lunes, 23 de marzo de 2009

Blanco y negro

El miércoles me levanté temprano, puse la radio como siempre y al poco rato comprobé que me había equivocado de año. O de siglo. Las paredes del baño se volvieron grises y los números digitales de la emisora se habían transformado en diales que giraban para encontrar mejores noticias. Pero no hubo suerte. El agua de la ducha no me dejaba oír bien el boletín informativo. Salí a la calle y los trenes eran más o menos los mismos, sólo que en blanco y negro. Alguien en ese vagón de cola comentaba que bien merecido se lo tenían, echando una mirada aviesa a mi carpeta verde-Autónoma.
En la Facultad se organizaba la huelga y alguien repartía folletos. Al día siguiente los papeles hablaban de disturbios y sobre todo, de antidisturbios. El telediario de la noche entre soso y distraído enseñaba imágenes de las cargas policiales. Seguí pensando que era cosa mía, otra vez estaba fuera de siglo. TVE se limitaba a contar lo sucedido en aquel punto en que el estómago pide una condena a, por ejemplo, las agresiones a periodistas, la brutalidad policial o las cargas indiscriminadas contra estudiantes y transeúntes. Todo muy en blanco y negro.
Sólo la variedad del mando a distancia me recordó que vivimos tiempos mejores. Gabilondo alzaba desde Cuatro una tímida reprimenda, una condena por las agresiones a los compañeros informadores. Disidencia controlada, algo es algo. Al menos dio voz al Col·legi.
Mientras, las cámaras perplejas en el suelo, delante de la Generalitat, pedían explicaciones y recibían disculpas. Disculpas por las brechas en las cejas, por los golpes, por la humillación que supone que un uniformado no te deje trabajar, como antes, como ahora en muchos lugares del mundo. Nuestro país, uno de ellos.
Me metí en la cama deseando despertarme en el s.XXI. A ver si hay suerte.

jueves, 12 de marzo de 2009

Algunas fotos apuntan más hacia dentro que hacia afuera

Algunas fotos apuntan más hacia dentro que hacia afuera. Ahí van algunos ejemplos.

En Mostar hay un barrio llamado Luka.
En él los gitanos albinos piden en las calles y una pasa con su cámara y del modo más cobarde le roba una foto, antes o después -no recuerdo- de darle una moneda, como si eso sirviera de algo o borrara la mala conciencia de haberle robado la foto sin preguntarle ni como se llamaba o cuánto tenía el niño o si me daba su permiso para fotografiarla.







¿Turismo de guerra? Sólo unas píldoras de posthorror con euros en el bolsillo, teleobjetivo, moleskine y billete de vuelta. Este es el aspecto que presentan la mayoría de edificios en los barrios de las afueras de Mostar.



Otras nos desnudan, como un acto reflejo , disparamos.
Los muros mostaríes piden libertad para Palestina.











En Ravno, un pueblo enclavado en el Valle de la Muerte, cuentan que los croatas quemaban las casas abriendo el gas y tirando una granada o prendiendo una vela en el comedor. Ese que se ve ahí es el resultado, pero nadie me respondió a si eso era una práctica exclusivamente croata.





















En el cementerio de Srebrenica a los muertos encontrados en el último año se les distingue de los muertos recuperados anteriormente por el color verde de sus tumbas. ¿Hasta cuándo va a seguir creciendo el número 8.372?

















Al lado de la fábrica de Potocari, en Srebrenica, se encuentra el edificio de las Naciones Unidas. Ahí estaban los cascos azules que debían proteger a la población.
La mayoría de esos cascos azules tenían mi edad o eran algo mayores y como buenos jóvenes sentían la necesidad de pintar las paredes. Cabe suponer que esas pintadas las hicieron ellos, en la primera se desprecia a las muchachas bosnias, alguna mano tiempo después tachó el bosnias y escribió serbias. ¿Reconciliación? Tal vez no lo escribieron los cascos azules. En la otra vemos el símbolo de la ONU, esta vez sí, tal como lo veían esos jóvenes.

[Todas estas fotos fueron tomadas en agosto de 2008]