viernes, 25 de septiembre de 2009

El penal de Guantánamo sigue siendo uno de los peores lugares del mundo

Dennis Edney es el abogado que defiende a Omar Khadr y a su familia. Kadhr, 23, nació en Toronto, pero tuvo la mala suerte de encontrarse en Afganistán durante la guerra iniciada en 2001 por EEUU y sus aliados.
En 2002, Omar Khadr tenía 15 años y se vio envuelto en un fuego cruzado en el que murió un soldado estadounidense.
Khadr sobrevivió, pero fue arrestado e internado en Guantánamo bajo la acusación de haber asesinado al soldado norteamericano, cargo que Khadr niega. Para hablar de él y del poder de la justicia, Dennis Edney comparece en laThompson Rivers University.
“Omar Khdar estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Es un terrorista porque sobrevivió?”, pregunta Edney, “ni siquiera estaba participando en la batalla”, asegura el abogado.
Khadr podría pasarse el resto de su vida en la cárcel si fuera hallado culpable. De momento, sigue, como hace más de siete años, en los campos de detención de la base de Guantánamo. Edney lleva 5 años representándole y cuenta que la primera vez que puso un pie en Guantánamo para ver a Khadr tuvo que convencer al chico de que le hablara, pues llevaba meses sin articular palabra.
Por supuesto su abogado no está autorizado a grabarle o tomarle fotos, pero insiste en que a pesar de todo es un “chico encantador” y denuncia que las autoridades que mantienen la cárcel de Guantánamo abierta “no quieren que veamos a los retenidos como personas, sino como demonios”.
Edney afirma que nadie sabe a dónde han ido a parar los presos que ya no están en la base militar norteamericana, “pero si eran tan malos, ¿dónde los han metido?”, se pregunta el abogado.
Para Edney la cárcel de Guantánamo es el peor lugar del mundo porque allí no rige ningún tipo de legalidad. El estado de derecho es inexistente y se conculcan todos los derechos humanos. Pero va más allá y asegura que la base de Guantánamo es una coartada para crear el mito de la inseguridad y utilizar la estrategia del miedo para justificar su “guerra contra el terrorismo”.
Edney, que concibe la ley como una “herramienta para hacer funcionar el estado de derecho y no para conseguir triunfos personales”, dice tener una “fe máxima” en que el caso de Khadr se resolverá pronto.
Sin embargo, aunque tanto el Gobierno como la justicia saben que “[Khadr] podría morir si no se hace nada pronto”, según su abogado, “la verdad es que tampoco han hecho mucho durante los más de siete años que lleva preso”, señala Edney.
Al mismo tiempo, junto a la pasividad de las adminsitraciones, Dennis Edney hace hincapié en que tampoco la sociedad está interesada en el caso. “Más bien están preocupados porque tienen miedo, [...] Guantánamo es el símbolo del miedo”.
Edney se muestra crítico con el Gobierno canadiense e inquiere por qué no se considera a Omar Khadr como niño soldado o por qué no se le aplican los derechos constitucionales. “Hay cosas a las que no puedes dar la espalda si vives en un estado de derecho”, asegura el letrado. Y también se acuerda de la promesa de Obama, presidente de los EEUU, de cerrar el penal. “¿Qué ha cambiado [con respecto a la base militar] desde que Obama es presidente? Absolutamente nada”, asegura Edney.
“Cuando veo Guantánamo veo que el estado de derecho no funciona, pero tengo fe real en que funcionará”, sentencia Dennis Edney.

Dennis Edney durante la charla celebrada en la Thompson Rivers University, 24/09/09.
[Fotografía de Tyler Kalmakoff]

jueves, 17 de septiembre de 2009

Kamloops, una nota de color

Kamloops está al sur de la provincia de British Columbia (Canadá), pongámosle que al norte de Vancouver. Se trata de una ciudad ubicada en la confluencia de dos ramas del Thompson River. De hecho, Kamloops significa eso, encuentro de los ríos, en la lengua de los primeros habitantes de estas tierras. Antes de que llegaran los europeos este valle y sus montañas pertenecían al pueblo Secwepemc.
Los primeros europeos llegaron en 1811 y, entre otras cosas de sobra conocidas, debieron traer escuadra y cartabón. Así fue como el espacio que queda entre el río y las colinas parece papel milimetrado. Se trata del centro, con una calle principal, Victoria St., cuyos comercios cierran hacia las cinco de la tarde.
Pero, a estas alturas, ya se sabe, el centro no se hizo ni para los indios ni para los migrantes. Por eso es que yo vivo en el Carmel. Perdón, en lo alto de Columbia St.
Si el centro es algo así como un Eixample desabrido sin más encanto que el de los edificios que no pasan de dos plantas y la Reserva india viene a ser como un Raval por el que la gente de bien no pasea; la colina de Columbia St., entonces, bien podría ser un Carmel sin Pijoapartes.
De existir aquí un Pijoaparte, es un suponer, no tendría una Montesa sino un Ford Ranger, vestiría sudadera celeste y gorra de béisbol los días de diario, pasaría las tardes en el Tim Hortons no con Teresa sino con Keyli, que, es un suponer, estudiaría Business&Economics y los domingos se calzaría las camperas e iría a un rodeo en el que orgulloso cantaría el himno de la patria y bebería limonada.
Decía, que ando de alquiler en lo alto de Columbia Street, en un apartamento que es de lo más parecido a una columna de Juanjo Millás. Me refiero a que nunca cupieron tantas cosas en tan poco espacio. Pero no hay queja. Peor están las casas de la Reserva. El Gobierno las construyó sin unos entándares mínimos y ahora se despellejan y desconchan, se averían, y los nativos no pueden arreglarlas, “porque además no les pertenecen a ellos sino al Gobierno”, cuenta L., que ha vivido siempre en Kamloops. "¿Quién arreglaría algo que no le perteneciese, que no pudiera dejar en herencia a sus hijos, aunque pudiera económicamente?", se pregunta L.
Como decía, no hay queja. Me dan clase los discípulos directos de McLuhan y me duermo con los programas de la CNN. Kamloops, en fin, no me lo vaya usted a comparar con Barcelona.