martes, 27 de enero de 2009

Boban Minic, dignidad y oficio

Boban (Slobodan) Minic tiene ojos de mar. Entristecen de pronto, se apasionan o cristalizan como la sal. Simas gris-y-azules, no necesita otra cosa para hablar. Nos abre la puerta de su casa y nos recibe como a compañeros, abriendo los brazos e indicándonos que no pasemos ni un minuto más a la intemperie. Nació en Sarajevo hace 58 años y lleva 15 afincado en Cataluña. Casi los mismos que hace que terminó la Guerra de Bosnia. Las paredes de su salón, color de atardecer, llenan el espacio de una vitalidad inusitada que contrasta con el abatimiento del derrotado. Minic tocó techo como periodista en Yugoslavia. Hasta que el director de los culturales radiofónicos de Radio Sarajevo perdió la voz, por trabajar más de 40 horas seguidas sin agua durante casi 1000 días en una ciudad cercada. La cocina americana está impecable. Fue entonces cuando siguiendo a su mujer, Edina, llegó a L’Escala. Y aquí sigue, entre montones de diarios –confiesa que de su etapa de periodista conserva la manía de leer 4 ó 5 periódicos diariamente-, las fotos de sus hijos y la tele puesta en el canal 33. El LíberPress que ganó en 2005 junto a Gervasio Sánchez en la chimenea, con otros reconocimientos y un dibujo enmarcado que le regaló un amigo yugoslavo, de esos a los que Minic ha perdido. Vive de recuerdos, dice. “Los recuerdos es lo único que tiene valor cuando pierdes tus raíces”. Casi nadie se quedó en Sarajevo, los intelectuales no tenían futuro allí y eran los que podían marcharse, así que lo hicieron.

Se declara anacional y ateo, y proviene de una familia auténticamente mixta, como lo eran casi todas antes de la guerra. Perdió a su hermana en el ataque del mercado de Sarajevo. Alguien reconoció su voz, era el entrevistador más grande de la radio –aunque él niega la mayor, y afirma que en la carrera de un periodista hay altos y bajos, y él vivía bien, para que negarlo, “pero en aquella época [antes de la guerra] todo el mundo vivía bien en Sarajevo. Era una ciudad con un espíritu abierto”. Sin embargo eso le llevó al exilio. “El pasaporte yugoslavo valía más en el mercado negro que el americano”, nos dice divertido. Hasta que llegó la guerra. Yugoslavia se desmoronaba. “La vida sigue”, siguió para algunos, para otros “vivos medio muertos, que se quedaron en los años de la guerra”, ya nada volvió a ser lo mismo. Su mujer y sus dos hijos, uno de pocos meses, llegaron a L’Escala después de un complicado viaje por Europa, y al cabo de un año y medio Boban se presentó ante su mujer chapurreando algo de español. Él ya sabía que no volvería nunca a Sarajevo. No volvería a “un país hecho sobre crímenes”.

Estaba dispuesto a todo por su familia, y ya en L’Escala, cambió los micrófonos por los carajillos. Se puso a trabajar en un bar que le permitió conocer el lugar y sus gentes. Sus hijos empezaron a competir allí: básquet, ping-pong… Mientras, Boban Minic combinaba la faena del bar con dar conferencias, y hasta se apuntó a sardanes para integrarse mejor. El virus del periodismo, sin embargo, es difícil de erradicar y desde hace cosa de un año colabora asiduamente con su rúbrica en El Periódico de Cataluña. Es, por cierto, uno de los que se ha salvado del ERE del Grupo Zeta y casi ni se lo cree. Este verano volvió a Sarajevo para vender su casa, solo ha vuelto un par de veces después de la guerra, visitas fugaces a la ciudad que ama. Quizá ya no vuelva nunca más. “Mi ciudad y mi país ya no eran los de antes, eso me ayudó a tomar la decisión de que iré y me quedaré allí donde mis hijos encuentren su hogar. Y lo han encontrado aquí desde casi el primer día. Yo ya sabía desde los primeros años aquí que esto sería para siempre”, sentencia. Humilde, nostálgico, al día de todo lo que ocurre en Bosnia-Herzegovina y conocedor de la historia y la política del lugar en el que le ha tocado vivir, con más artículos escritos de los que le piden en el Cuaderno del Domingo, si se aburre, escribe. Y, sobre todo, recuerda.


1. Boban Minic fotografiado en su casa en L'Escala.
2. Vista de Sarajevo con la biblioteca a un lado.

sábado, 3 de enero de 2009

De pelmazo, nada*

Gervasio estrena blog. Poco más que añadir a lo que escribió mi colega. Cuando se reúnen unos cuantos maestros del periodismo todos hablan bien de Gervasio, que si fue el primero en cruzar no sé que puente en la guerra de Yugoslavia, que si es siempre uno de los más valientes, que si sus fotografías son las mejores… Todos tienen razón. Es además un hombre íntegro -su trabajo lo demuestra-, “es mi oficio" se repite una y otra vez y dispara su Nikon o escribe a ritmo frenético sus Cartas desde Bagdad. Habla por los codos, pero se encontrará su esencia en lo que calla, en el silencio que provocan en uno mismo sus fotografías.

Sólo un ejemplo que resume su Vidas Minadas: “Las víctimas de las minas tienen derecho a la dignidad”, esto fue lo que le impulsó a llevar a cabo este proyecto durante más de diez años. La dignidad, el buen Periodismo. Gervasio Sánchez.

*Título directamente inspirado en el artículo de Pérez-Reverte, El pelmazo de Gerva



PS.: Seguimos sin noticias de José Cendón.

PSS.: Un día después de buscar noticias sobre el estado de las negociaciones, domingo 4 de enero: Cendón y Freeman (en la foto) han sido liberados.Foto extraída de The Huffington Post