domingo, 22 de febrero de 2009

Poesía a borbotones

Sonaba Invisible y un haz de luz iluminaba una silla vacía. Sólo la banda en el escenario y el Palau expectante. Casi 2000 personas buscaban al Giraluna -el aforo de la sala de conciertos estaba prácticamente lleno-, se reunían a contracorriente para repasar los clásicos que ofreció Luis Eduardo Aute en un concierto enmarcado en el BarnaSants.
Pronto se adivinó la silueta del cantautor sobre el escenario, con chaqueta de cuero, vaqueros y una copa de tinto que se iba llenando al paso de los acordes. Empezaba el recital con un guiño al público, hablándole en catalán -algo que gusta mucho en Barcelona-.
El rostro de Aute es lo más parecido a una cama deshecha, sus pliegues destilan versos, cada surco es un pretexto para la contemplación. El cantautor llenaba con su voz el palacio modernista y en sus ojos brillaba la ironía con la que destripaba la realidad a caballo de cada canción, como todos los que buscan la Belleza entre lo real y lo obsceno, Aute arrancaba las sonrisas de un público complaciente.
Generoso en tiempos de crisis, ofreció tres horas de concierto en las que viajó por todos sus clásicos. Cual sabio forjado en nuestro tiempo, entre aforismo y aforismo, señalaba que cada cosa tiene su contrario, “por ejemplo: Dios, que como son tres tiene tres contrarios. Uno es Rouco Varela, el otro Escrivà de Balaguer y el tercero, el Papa”. Poesía siempre como herramienta. Conjugando forma y fondo con maestría. Paladeando cada sílaba, cada nota. Velando y revelando.




La belleza

(Luis Eduardo Aute)

Enemigo de la guerra
y su reverso, la medalla
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón
y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo mas alto
pondrá a salvo su cabeza
Aunque se hunda en el asfalto
la belleza...

Míralos, como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
mas que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza...

Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales,
tanto vendes, tanto vales,
¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza…

jueves, 5 de febrero de 2009

Roberto Saviano: “No facio paura io, fa paura il mio lettore”

“No doy miedo yo, dan miedo mis lectores”, advertía el autor de Gomorra, libro del cual se han vendido 1,8 millones de copias desde 2006. Rodeado de seguridad, con el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona lleno y con una sala contigua habilitada para seguir su conferencia, Roberto Saviano (Nápoles, 1979) ponía voz a lo que todos sabemos sobre el crimen organizado y daba aliento al “sueño de resistencia” en una charla enmarcada en el festival BCNegra.

Sin afeitar, con camisa clara, ojeroso y con la mirada clavada en algún punto indeterminado entre el micro y la mesa, Saviano reseñaba la presencia criminal en España, advertía de los mecanismos de que dispone la mafia para ganarse el corazón de la gente con su épica y su imagen cinematográfica, al tiempo que denunciaba la falta de jurisprudencia internacional para luchar contra ella.

Sus ojos se dirigían al público en contadas ocasiones, justo en conjunción con sus labios cuando éstos pronunciaban las palabras ‘Nápoles’ o ‘resistencia’. Y es que para Saviano contar el mal de su tierra significa resistir, explicarlo es esperanza y “la única manera de superarlo”, él es de la parte sana y aclara que quien crea una imagen negativa de Nápoles son los que trafican o matan o extorsionan, no él escribiendo –describiendo- lo que ocurre.

Con el pulso del cronista, el temple que da la literatura y la pasión de la poesia, Roberto Saviano no vino a vender Gomorra o Lo contrario de la muerte, su último libro, ni a que lo arropasen los Mossos. Viene y va, pese a las amenazas de muerte, porque lo leen. Porque así resiste.