martes, 21 de julio de 2009

De juegos...

A veces los juegos infantiles son de lo más reveladores. Hace tiempo que no paseo por el patio de ningún colegio, así que ignoro si habrán cambiado mucho desde que pasábamos ahí nuestras horas de recreo. Recuerdo jugar a “sorra fina” y llegar a casa con las rodillas llenas de barro.

El caso es que dando una vuelta por el Museu del Joguet de Catalunya (Figueres), algunos juegos de antaño se volvían, al mirarlos con nuestros ojos de ahora, auténticas revelaciones. Las iglesias en miniatura y las escuelas con una monja dirigiendo la clase o los muñecos vestidos de falangistas y requetés daban fiel testimonio de su tiempo e iban, obviamente, directamente encaminados a perpetuar el orden social de la dictadura franquista. A través de los juegos infantiles se reproducían, una y otra vez, las mentiras e imposiciones de la dictadura.

Sin embargo, otros juguetes se anticipaban a su tiempo. El “Pim Pam Pum” por ejemplo, rebautizado por nosotros como G8, nos llamó especialmente la atención: Pim-Pam-Pum… ¿Nombre más revelador?

Otros, por seguir con los ejemplos y sin dejar el franquismo, nos ofrecían retratos de lo que debieron ser unos de los peores demonios del momento. Bueno, el retrato lo hice yo.

Pero al final, lo último que se pierde es la esperanza. Y ahí estaba. El oso de Salvador y Anna Maria Dalí, y de Federico García Lorca. Sin duda, tocado por la sensibilidad de los artistas.

Como escribió Lorca en una de sus cartas a la familia Dalí, también pensamos que “don Osito Marquina es mono y remono”. Un poco de esperanza para los niños. Esos que más tarde aprendimos el “Verde que te quiero verde” en la escuela y pensábamos que los relojes de Dalí eran, en realidad, de helado fundido.