viernes, 8 de agosto de 2008

CARTAS DESDE LOS BALCANES: TRNOVO

Trnovo, 7/08/08

En Trnovo, un pequeño pueblo situado en la Republika Srpska (República Serbia dentro de Bosnia) se encontró una fosa común de víctimas serbias hace poco más de una semana. Entre los muertos, se calcula que unos 108, se encontraron 10 miembros de una misma familia. Era la familia Vitkovic. Milena Vitkovic, que se refugió en Serbia durante la guerra, puede y quiere dar hoy su testimonio.

Milena asegura que en su pueblo de nacimiento murieron 23 personas en manos de los bosnios-musulmanes, además de los encontrados en Trnovo, lugar en el que vive ahora. Mientras sostiene la foto de su familia reencontrada, afirma que ahora por fin puede estar en paz porque tiene un lugar donde rezarles.
Se trata de una mujer de mediana edad, de tez morena y pelo corto, con un rostro enjuto, serbia y de gran hospitalidad. Milena trabaja en una asociación que quiere rescatar las fosas de los serbios, con la intención de demostrar, asegura Milena con vehemencia, que los serbios no fueron los únicos culpables de la guerra, ni los únicos que cometieron masacres. En este empeño, recibe ayudas de la Administración de la Republika Srpska y cuenta que alguna vez han trabajado en colaboración con el gobierno de la Federación de Bosnia-Herzegovina. En este punto, Milsa, la intérprete, asegura que las políticas de la Federación para con sus víctimas son mucho mejores y más efectivas que las de la Republika Srpska y que por eso, en parte, se les considera culpables de la guerra.
Al ser preguntada por la convivencia de los tres pueblos mayoritarios (croatas-católicos, bosnio-musulmanes y serbio-ortodoxos) Milena asegura que ya nada puede ser como antes de la guerra porque ya no confía en los bosnios-musulmanes. "He perdido demasiado", dice y por eso se deshizo de todas sus amistades no-serbias después de la guerra. A pesar de eso, cree que la mala gestión de los políticos fomenta la discriminación étnica. Radovan Vitkovic, su marido, se une a la conversación y aboga por la independencia de la Republika Srpska. Nostálgico de Tito, de Yugoslavia, Radovan Vitkovic cree que durante esos años se vivía mejor, había trabajo para todos y tenían de todo. "Ahora no tenemos nada", asegura. Y, además, no había razón para ningún conflicto porque durante el comunismo la ocupación era total. Se deduce entonces, que el problema de raíz era -y es- fundamentalmente económico, aderezado con la inefable pareja de religión y nacionalismo.
Hoy, Bosnia-Herzegovina tiene un 70% de paro, un gobierno rotatorio disfuncional y entre 700.000 y 800.000 minas antipersona repartidas por su territorio, además de deficiencias en la red de comunicaciones y transporte.
Sobre una posible incoporación a la UE, Milena y Radovan, aseguran que no se trata de una solución para su país y que preferirían una vuelta al comunismo; en cambio, Milsa, a punto de terminar la carrera, está deseando que Bosnia entre en la Unión Europea.

CARTAS DESDE LOS BALCANES: SARAJEVO


Sarajevo, 6/08/08
A primera vista Sarajevo parece la ciudad más triste del mundo. La capital de Bosnia Herzegovina, un país de superficie similar a la de Aragón, cuenta con tenues farolas que iluminan la mal llamada Avenida de los Francotiradores -parecida a la Castellana madrileña- y con edificios que todavía conservan las heridas de metralla, en recuerdo, quizá, de todo lo vivido y de lo que se perdió en esta ciudad. Resulta casi imposible no pensar en la guerra. Su famosa biblioteca, cerrada al público por peligro de derrumbe, sigue llena de cenizas, Davor, el intérprete, me comenta que nadie pone dinero para su reconstrucción.
Sarajevo es, tal vez, la ciudad donde la muerte es una constante. Los cementerios estan por todas partes, ya que durante el Asedio -que duró más de 36 meses y en el que murieron más de 12.000 personas- las víctimas coparon las zonas verdes de la ciudad. Pero esto es solo a primera vista. Poco a poco, con el "sabur" tradicional sarajevita (tranquilo, sosegado) se descubre una ciudad de una belleza única. Los campanarios, los minaretes, las iglesias ortodoxas, las sinagogas... comparten esta ciudad rodeada de colinas. Aunque fácilmente paseable para el visitante, el tranvía y el trolebús cruzan de parte a parte el río. En un momento puede estar uno tomándose un café turco entre alfombras persas en un bazar, y en otro instante, entrar en una iglesia con vitrales de Jesús bendiciendo la ciudad. Basta con caminar unos metros. Por no hablar de los nocturnos locales de jazz, donde tomarse una Sarajevska (cerveza típica), o los bares donde suena la música que suena en cualquier ciudad y que estan llenos de jóvenes. Esta mezcolanza, tantas veces maltratada, le da a Sarajevo un toque especial. Es sabido que la convivencia no es la de antaño, pero hoy Sarajevo ofrece una visión de si misma cosmopolita y esperanzadora.

Sarajevo desde el cementerio