Medjugorje es un pequeño pueblo de la parte occidental de Bosnia-Herzegovina, cercano a Mostar. No tendría nada excesivamente de particular si no fuera por las supuestas apariciones marianas acontecidas en este enclave en 1981. Y es que a
Hoy en día, Medjugorje es el principal centro de peregrinación católica de todo el país y recibe visitantes de todo el mundo, cosa que agradece la maltrecha economía de la zona -aunque precisamente la parte bosnio-croata maneje más dinero-. Aquí el peculio sale, entre otras cosas, del merchandising religioso. Por cada puesto de helados hay seis de artículos religiosos. Los escaparates están llenos de casullas, de vírgenes de yeso tipo píntesela usted mismo y de todas las medidas (algunas me superaban en altura), de abalorios, rosarios, estampas, pósteres, cuadros de Cristo en vaqueros o convencionalmente crucificado, fotos del Papa, cruces de madera, frascos de agua bendita de 25cl y camisetas con mensajes del tipo “On a mission from God”. Lo milagroso sería no quedar saturado.
Pero ya se sabe, hay que rentabilizar el negocio. ¿De qué serviría peregrinar hasta Medjugorje si no le llevamos a nuestra anciana madre una virgen para que la coloque encima del televisor? ¿Obtendríamos la salvación sin un póster del ungido que según como le dé la luz cambia de rostro?