lunes, 22 de septiembre de 2008

Retazos de Bosnia-Herzegovina: Medjugorje o el negocio de la religión

Medjugorje es un pequeño pueblo de la parte occidental de Bosnia-Herzegovina, cercano a Mostar. No tendría nada excesivamente de particular si no fuera por las supuestas apariciones marianas acontecidas en este enclave en 1981. Y es que a la Santísima-Virgen-María-Madre-de-Dios, como gustan llamarla en esta población de mayoría evidentemente católica -y por tanto, croata- le dio por revelar sus mensajes a seis niños de la zona, además de suscitar –presuntamente- fenómenos anómalos, como la danza del Sol, y curaciones milagrosas.

Hoy en día, Medjugorje es el principal centro de peregrinación católica de todo el país y recibe visitantes de todo el mundo, cosa que agradece la maltrecha economía de la zona -aunque precisamente la parte bosnio-croata maneje más dinero-. Aquí el peculio sale, entre otras cosas, del merchandising religioso. Por cada puesto de helados hay seis de artículos religiosos. Los escaparates están llenos de casullas, de vírgenes de yeso tipo píntesela usted mismo y de todas las medidas (algunas me superaban en altura), de abalorios, rosarios, estampas, pósteres, cuadros de Cristo en vaqueros o convencionalmente crucificado, fotos del Papa, cruces de madera, frascos de agua bendita de 25cl y camisetas con mensajes del tipo “On a mission from God”. Lo milagroso sería no quedar saturado.

Pero ya se sabe, hay que rentabilizar el negocio. ¿De qué serviría peregrinar hasta Medjugorje si no le llevamos a nuestra anciana madre una virgen para que la coloque encima del televisor? ¿Obtendríamos la salvación sin un póster del ungido que según como le dé la luz cambia de rostro?

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Retazos de Bosnia-Herzegovina: Mostar

Decía Camus que un modo cómodo de entablar amistad con una ciudad consiste en averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere. Antes de la Guerra de Bosnia (1992-95) en Mostar, capital no oficial de la región de Herzegovina, se trabajaba, se amaba y se moría sin preguntar por la nacionalidad o por la religión de cada cual. Hasta el 9 de noviembre de 1993. Ese día, la artillería croata dinamitó el símbolo de la ciudad, el puente de Mostar (Stari Most), que unía las dos orillas del río Neretva. Entonces se dejó de amar, se hizo imposible trabajar y se empezó a morir desesperada y frenéticamente al unísono. Eran los noventa en Bosnia-Herzegovina.

Hoy también se vive, se ama y se trabaja en esta ciudad, pero con menos prisa y más ausencias. La limpieza étnica –la separación por comunidades de la Federación de Bosnia-Herzegovina- se legitimó con los acuerdos de Dayton y los bosnio-croatas del oeste y los bosnio-musulmanes del este que habitan Mostar viven sin pisar el “otro lado de la ciudad”. En una terraza del lado croata, Maja una joven universitaria afirma que en toda su vida ha ido cinco veces al lado musulmán porque no se siente segura allí. Cabe recordar que Mostar contaba con 72.000 habitantes en el año 2000 y que en un paseo puede cruzarse la ciudad de parte a parte.

Se trabaja poco y mal pagado en Mostar, e incluso Maja llega a afirmar que hay que sobornar al empresario para ser contratado o poseer muchas influencias para conseguir un trabajo. Ocurre en todo el país. La mayoría del capital está en manos croatas, ya que los bosnio-croatas tienen doble nacionalidad y reciben ayudas del gobierno de la Republika Hrvatska (Croacia).

Sin duda, se ama en Mostar. Los matrimonios mixtos eran una realidad en todo el país antes de la guerra. Al fin y al cabo, todos comparten la raíz eslava, pero la jerga del país lleva a calificar de mixto algo que no merecería calificación alguna. En la actualidad, estos matrimonios son la excepción. La chica católica y universitaria afirma que si conociese a una “buena persona” se casaría con él “aunque fuese musulmán”, pero duda de que sus padres lo aceptasen. Y es que la influencia de los que vivieron la guerra todavía pesa mucho sobre sus hijos.

La muerte empieza a aceptarse como algo natural y no impuesto. Apenas ahora comienza a superarse entre un paisaje que la hace presente en cada parpadeo.

Cementerio de la mezquita

martes, 16 de septiembre de 2008

Retazos de Bosnia-Herzegovina: Srebrenica

Un ambiente de turbión cubre la ciudad. Casi se puede mascar el gris de las nubes. El aire parece de plomo en Srebrenica. El aliento sale al galope de mi boca a la atmósfera viciada de muerte del interior de la fábrica de Potocari. Un frío de otro tiempo eriza la piel en el semivelado de la habitación. Al fondo unos retratos apuntan al vacío. Encontraron sus relojes, sus carteras, sus pañuelos, sus pitilleras… Muertos antes de hora y hacinados en este lugar, son sólo unos rostros más en el anonimato de la muerte reglada.

Interior de la fábrica de Potocari


[Más información sobre lo ocurrido en Srebrenica en este reportaje de Ramón Lobo: Un infierno llamado Srebrenica].