miércoles, 20 de enero de 2010

Pequeño vals vienés en un McDonald's

Me debes un vals, le dijo entre las cortinas de hielo que cubrían la ciudad. Aunque sólo sea por Lorca.
- Y por Cohen, le respondió él agarrándola de la cintura bajo las luces de neón y los leds navideños.

Fue lo primero que se dijeron cuando llegaron a Viena. Cada bocanada de aire les helaba los pulmones, la ciudad los recibió en una de sus noches más frías. O eso le pareció a ella. Le parecía que el asfalto desprendía un frío que directamente se le metía en los huesos y que no podía remediarse ni con los susurros de él.

Llegaron a la ciudad en esa maldita hora en que todo está a punto de cerrar en cualquier país que no sea España. Agarrados de los guantes, cansados y hambrientos, deambularon por las avenidas de una ciudad que algún día fue nueva hasta que una prisa de sueño los empujo al interior de esa tienda de comida rápida.
- Te debo un vals.

Y Lorca habló por ella.




Pequeño vals vienés, Federico García Lorca

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
 Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.



1.Catedral de Viena/CFR'09
2.Palacio de Sisí/CFR'09

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