viernes, 9 de mayo de 2008

Inventariando el mundo

viernes 9 de mayo de 2008

¿Puede escribir la mano de un solo hombre una historia casi universal? Puede. ¿Es capaz de escribirla y describirla desde el punto de vista de los olvidados? Lo es. Hablamos de Eduardo Galeano.

El autor uruguayo acaba de presentar Espejos, una historia casi universal, su última creación literaria. Se trata de un libro anárquico conformado por relatos breves a través de los cuales el autor nos conduce por un inventario general del mundo. Galeano, el escritor de lo cotidiano, enlaza con su habitual cadencia montevideana la crítica al poder, la denuncia y la memoria. Ilumina con su exquisita ironía, su incansable humor y su experimentada pluma –heredera, pareciera en este libro, de Borges y su Historia Universal de la Infamia- los recónditos paisajes de la memoria de los olvidados.

El autor de obras como Días y noches de amor y de guerra o Las venas abiertas de América Latina huye del dogmatismo y su ideología no se inscribe en fervores políticos. Galeano se encuentra cómodo expresándose en la forma del breviario de historias -quizá reminiscencia de su pasado periodístico- pero lo cierto es que está lejos de ser un panfleto político. Espejos es un alegato, escrito con paciencia y ánimo reposado, contra la idea de la humillación como destino para los países del Sur. Es una vuelta al mundo de los muchos mundos que contiene, “sin demasiado respeto a las fronteras del mundo y del tiempo”, afirma el autor. Cuenta nuestra historia desde el punto de vista de los invisibles. En palabras de Galeano: “[Espejos] Es una tentativa a la lucha contra el desvínculo, y nace de las ganas de volver a unir lo que fue divorciado, […] porque el pasado nos habla con voces actuales”.

Con maestría desgrana su libro –a dos días de Sant Jordi- ante el auditorio de la Pompeu Fabra repleto de amigos, lectores –conocidos y desconocidos- a los que trata de igual a igual, y de periodistas. El primer guiño de la tarde se lo llevó Joan Manuel Serrat sentado en tercera fila reservada, el segundo para Juan Gelman –que debía de estar preparándose para el merecido premio Cervantes-, el tercero para Fernando Lugo y su victoria paraguaya, los siguientes fueron ya, para el público que sonreía cómplice. Sin fastuosos oropeles desmigaja relatos, historias y leyendas que de la voz del propio autor adquieren un valor casi mesiánico e invitan a la osadía de la reflexión. A la tarde solo le faltaba la sombra de un jacarandá o un brindis con medio y medio en el Mercado del Puerto de Montevideo. Mientras, fiel a su máxima de prohibido aburrir, Eduardo Galeano asegura que de Sherezade aprendió que la pericia de narrar nace del miedo a morir. Su obra, como la utopía, sirve para caminar.

[…] El inventario del mundo, inconcluso, estaba hecho de chatarras,

Vidrios rotos,

Escobas calvas,

Zapatillas caminadas,

Botellas bebidas,

Sábanas dormidas,

Ruedas viajadas,

Velas navegadas,

Banderas vencidas,

Cartas leídas,

Palabras olvidadas y

Aguas llovidas. […]

La vida sólo latía en lo que tenía cicatrices.

(Fragmento, Inventario general del mundo).

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